- Machacadora de números. En estos casos los experimentos suelen tener una población de más o menos sufridos pacientes/roedores (u otros animales de laboratorio) más o menos involucrados en, al menos, dos comportamientos o tratamientos distintos. En relación al nivel de involucre hay dos grandes grupos.
- Los meros estudios epidemiológicos, donde la población no suele estar involucrada en nada más que en anotar lo que come, por ejemplo. Intentar apoyar hipótesis apriorísticas a partir de estos, puede dar lugar a sonrojantes ridículos, sea cual sea lo elevada de la posición personal inicial.
- Los estudios de intervención, donde usualmente tenemos una parte de la población tomando un tratamiento y la otra, usualmente, un placebo. Si el experimento está mal diseñado, no hay conclusión útil posible.
En ambos, se deja pasar el tiempo y se toman mediciones directas (mejor), como mortalidad, o indirectas (peor, por no decir, depende de la medida, totalmente inútil), como nivel de colesterol (¿qué decía de inútil?), del nivel de salud de ambos grupos, pasando a procesar con herramientas estadísticas los números resultantes (sin control, esto se convierte en algo tan fiable como los números en manos de un político, vamos, que con el suficiente interés se encuentran brotes verdes donde no los hay). Podemos decir que de aquí deberían salir las pistas necesarias para la elaboración de hipótesis serias que, sin embargo, necesitarán del siguiente nivel para poder ser consideradas realmente avance en el conocimiento. - Los meros estudios epidemiológicos, donde la población no suele estar involucrada en nada más que en anotar lo que come, por ejemplo. Intentar apoyar hipótesis apriorísticas a partir de estos, puede dar lugar a sonrojantes ridículos, sea cual sea lo elevada de la posición personal inicial.
- Elaboración y comprobación de hipótesis de mecanismos bioquímicos/metabólicos (si soy impreciso o incorrecto en la terminología... pues se siente —¿ya os he dicho dónde quedaron mis estudios de biología?—). A partir de este tipo de investigación, podremos decir que no estamos simplemente navegando en un océano de desconocimiento.
¿En qué tipo de investigación se apoyan las estatinas (por ejemplo, Lipitor) —otro día hablaremos de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina—? ¡Je, je!, la respuesta era fácil de adivinar, dado el título de esta entrada... Así es, en estudios del primer tipo de la más alta (¡¡ja jaajaa!!, ¡que me parto!) calidad —ciertamente hay conocimiento basado en investigación del segundo tipo al respecto de su funcionamiento inhibiendo la HMG-CoA reductasa y por tanto la producción de colesterol, no así de reducción de enfermedad cardiovascular, dado lo incorrecta de la hipótesis lipídica—. Si tenéis a alguien cercano que estén estatinizando, no dejéis de leer, al menos, el artículo referenciado, Disappointing recent cholesterol-lowering drug trials: is it not time for a full reappraisal of the cholesterol theory?, porque la conclusión sobre la seriedad y validez de todos los estudios de intervención anteriores a 2005 (hubo cambio de exigencias a raíz del batacazo con el antiinflamatorio Vioxx), y con ello la auténtica utilidad de las estatinas, es, no sólo a mi juicio, inesquivable.
¿Intento yo, soberbio de mí que no soy médico, intentar convenceros de que no hagáis caso a vuestro médico y dejéis de tomar estatinas? ¡No!, ¡válgame dios! Yo sólo intento convenceros de que os informéis y toméis vuestras propias decisiones. Luego si decidís aplicar vuestro derecho número 10 como paciente, será cosa vuestra. Yo aún no me han intentado estatinizar, por lo que aún no he tenido que hacer uso de él. Como bien apuntan la pareja de Perfect Health Diet en Statin Idiocy, más vale normalizar los niveles de vitamina D3 en sangre (colecalciferol) y complementar vitamina K2 que tomar estatinas; si, además, os centráis en el, ya probado, resto del enfoque preventivo (está por ver, eso sí, si es necesario reducir el LDL a base de restringir grasas saturadas —a mí los indicios me dicen que no—), miel sobre hojuelas. Bueno, obviamente siempre habrá un roto para un descosido: aquel que no quiera tener una mayor esperanza de vida pero preferiría otra causa probable de fallecimiento a un accidente (cerebro- o cardio-) vascular, como cáncer, por ejemplo.